

“QUIERO SER RECORDADO
COMO UN BUEN TACNEÑO”
El dos veces alcalde de Tacna nos cuenta sus duros inicios y sus logros iniciales en la primera parte de esta crónica sobre su vida y obra.
Las poses señoriales no van con él, como tampoco van el frío protocolo, el saludo distante, la inútil seriedad. Nada de eso. Don Lucho prefiere el apretón de manos cariñoso, el abrazo efusivo, la sonrisa sincera.
Hoy está más delgado, pero no siempre fue así, por algo es conocido en la Ciudad Heroica como el “gordito simpaticón”, y aunque los años han pasado, y la juventud ya la empieza a llevar más por dentro que por fuera, Luis Ramón Torres Robledo, funcionario de una empresa internacional, regidor, dos veces alcalde provincial de Tacna, y empresario; sigue siendo el mismo muchachón de barrio, inquieto, amiguero, amable y querendón de
Lucho Torres

su tierra, a la que se siente ligado como una raíz de buganvilla, y por la que pone a prueba lo mejor de su ingenio día a día, porque, como lo repite siempre, para él, más importante que los recursos económicos son las ideas innovadoras que generen desarrollo y den trabajo a su gente.
Lucho Torres nació el 15 agosto de 1955 en una casa de la que se acuerda hasta el número, ubicada en la calle Pallardeli, cuando Tacna todavía era una pequeña ciudad en la que todos se conocían.
Sus padres fueron don Luis Segundo Torres Gonzales, miembro de la Benemérita Guardia Civil, y doña Isabela Robledo Vargas, una distinguida ama de casa. Lamentablemente el destino quiso que los perdiera muy niño, quedando huérfano de ambos padres a los siete años, junto a sus hermanos Ricardo, Dora y Julio.
Pronto los hermanos Torres fueron a vivir a la casa huerta de la abuelita materna Pascuala Vargas de Robledo ubicada en la calle Miller, quien los acogió con todo el cariño del mundo, y nunca se quejó por las nuevas bocas que tenía que mantener a pesar de su humilde situación. Doña Pascuala, mujer robusta y recta, supo encaminar con una mezcla de mano dura y dulzura a los cuatro niños huérfanos, a pesar de los dolores de cabeza que le daban, sobre todo, los mayorcitos.
Don Lucho recuerda con gracia que su abuela Pascuala al no poder perseguirlos debido a la cojera que sufría, los esperaba muy tranquila cuando retornaba de realizar las cotidianas mataperradas con su hermano, y después de asearlos, darles de comer y acostarlos, aparecía con el cordón de la plancha cayéndoles a chicotazos, sin darles tregua en el escape.
Hoy agradece profundamente ese cariño y dedicación de la abuela Pascuala, quien fuera la formadora de su niñez y le inculcara la disciplina y el amor por el trabajo.
Sus estudios primarios y secundarios los realizó en el colegio jesuita Cristo Rey, a donde llegó luego de terminar la llamada transición en la escuela 982. Allí tuvo el apoyo de su fundador y director, el sacerdote Fred Green Fernández, quien conocedor de la muerte de sus padres le otorgó una beca integral de estudios y sobre todo le brindó el apoyo moral e espiritual necesarios para su desarrollo personal en esos primeros años.
Don Lucho nos cuenta que entre el barrio Miller, donde vivía y hacía de las suyas con sus amigos, algunos más mataperros que otros, y el colegio Cristo Rey, donde reinaba la disciplina de Fred Green, se establecieron los fieles de la balanza que equilibraron su vida haciéndolo un muchacho responsable, disciplinado, pero con esquina, con calle, que nunca se dejó pisar el poncho, que era capaz de asistir a misa todos los días y luego arreglar los problemas a cocachos como en toda patota de barrio de aquellos tiempos.
Entre las anécdotas de su niñez y adolescencia recuerda los veranos en los callejones tacneños, cuando junto a otros muchachos del barrio como los apellidados Lara, los Arratia y los “patos” Espinoza, represaban el agua del canal Uchusuma para crear su propia piscina, siendo perseguidos muchas veces por la policía montada ante el reclamo de los agricultores.
El colegio Cristo Rey fue también el escenario donde este muchacho que sería dos veces alcalde de Tacna, demostraría sus primeras dotes de líder, siendo el organizador de cuanta actividad se realizaba, siempre por encargo del padre Green, quien ya veía en él su perfil dirigencial.
Pero la situación de su familia no era buena, y su principal preocupación por esos años adolescentes era como ayudar a sus hermanos, como sacarlos adelante. Es así como empieza a trabajar con la abuela Pascuala los fines de semana en un puesto de venta de jugos en el mercado Dos de Mayo. Allí entre preparar los jugos, lavar vasos y atender a los clientes, colabora con la economía familiar desde los doce años.
Pero no fue suficiente, los hermanos menores crecían y las necesidades eran cada vez mayores. Es así que luego de pedir ayuda al padre Green, es presentado al señor Jorge Odriozola, un hombre de inmenso corazón muy conocido en Tacna, quien fuera uno de los gestores del desarrollo futuro del colegio Cristo Rey y que en aquel entonces se desempeñaba como funcionario de la empresa Southern Perú. Y don Jorge le dio la mano.
Es así como en quinto de secundaria, el joven Torres todos los días a las tres en punto de la tarde, luego de finalizado el horario escolar, debía dirigirse a la empresa donde trabajaba el señor Odriozola y escoba y trapeador en ristre, iniciar las labores de limpieza de cada una de las oficinas a cambio de una propina que los fines de semana era entregada a la abuela Pascuala. Hoy está orgulloso de haber limpiado baños, trapeado oficinas, de haber vendido jugos en el mercado. Lo siente como una vivencia necesaria para su futuro. Lo siente como una medalla que la vida se encargó de regalarle.
En aquellos años el inicio de otros proyectos de la empresa donde trabajaba trajo consigo la llegada de funcionarios norteamericanos a laborar a Tacna, y gracias al inglés aprendido en el colegio Cristo Rey, pudo guiarlos sin problemas, ganándose pronto el aprecio de varios de ellos. Pero esta historia recién empieza, vendrían luego los primeros triunfos, su ascenso a supervisor de quienes habían sido sus jefes, su ingreso a la política, y la lucha que llevó a cabo por convertir a Tacna en una ciudad modelo, llegando a ser alcalde en dos oportunidades.
Don Lucho Torres nos cuenta que siempre, aun en los momentos más difíciles, tuvo una mano amiga que lo ayudó, y por eso recuerda con tanto cariño y agradecimiento a la abuela Pascuala, al padre Fred Green, a don Jorge Odriozola, y trata de seguir sus ejemplos. Por eso es que, nos dice emocionado, mientras pueda trabajar por su tierra y ayudar a su prójimo lo hará, porque ha tenido una vida emocionante y es un hombre agradecido. -No pretendo la gloria –afirma- pretendo sacar a mi tierra adelante y ser recordado como un buen tacneño. Que así sea don Lucho. (CONTINUARÁ…)
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